Yusuf en el huerto de Hermana Tierra |
Yusuf y Uri, por fin estables, cultivan verduras ecológicas en El Pardo
Junto a nosotros, Anne, una estudiante americana que pasa dos semanas solidarias en este proyecto de tres ONG: Apoyo, AFAS y Sercade.
Con un gorro de paja, esa mañana Anne y yo estamos ayudando a quitar malas hierbas de los puerros que empiezan a crecer. Ella no sabe español. Ni Yusuf ni Uri hablan inglés. Pero me doy cuenta que se entienden y se ríen durante las siete horas que dura su jornada en el Huerto Hermana Tierra.
Uri y Yusuf son africanos, inmigrantes en nuestro país. Su historia, como la de tantos otros, se pierde en el aluvión de cifras, imágenes, titulares y olvidos que nos deja la inmigración irregular.
En 2015, según el Defensor del Pueblo, fueron 16.900 las personas que entraron sin papeles en nuestro país, que se suman a quienes desde hace tiempo viven aquí en situación irregular. Solo el año pasado la Policía detuvo a más de 36.000 inmigrantes por no tener documentación en regla y violar la ley de extranjería. Aproximadamente un tercio fueron expulsados. El resto, mal o bien, siguen aquí.
Yusuf, Anne y Uri descansando |
Es un proyecto de inclusión social y agricultura ecológica dedicado a jóvenes con escasa cualificación, me explica Inma, su responsable. "Nos permite formarles y ofrecerles a la vez un empleo estable y digno".
Inma no pierde la sonrisa, casi nunca. Acostumbrada a palpar los problemas sociales, este proyecto le ilusiona. Poder ofrecer tres contratos con un sueldo digno a inmigrantes es una gran victoria. El huerto es grande y necesita más manos. Cuentan con la ayuda profesional de un experto y con la colaboración desinteresada de voluntarios que van y vienen. El proyecto tiene capacidad para crecer, hay mucho terreno que cultivar y no faltan inmigrantes a los que ayudar. Pero cada paso es costoso.
Yusuf bromea con Uri |
Yusuf es risueño, siempre con buen gesto. Bromea con Uri y consigue sacarle una sonrisa. Uri es más tímido. Está inmerso en el Ramadán, y a pesar del trabajo y el calor no come ni bebe nada en toda la mañana. Los dos viven en pisos compartidos y sienten, por primera vez en mucho tiempo, que pisan tierra firme. Vislumbran un futuro estable.
Su sueño, la quimera europea, no se ha cumplido. Sin embargo, se sienten afortunados. Les ha costado mucho llegar hasta aquí, pero hoy tienen un contrato en su mano; un trabajo que les permite mantenerse, mandar algo de dinero a su familia y descansar. Después de años de amenazas y bajas expectativas.
España no es lo que ellos esperaban. Pero si les preguntas, primero sonríen a Inma y luego te aseguran que no echarían marcha atrás. Sólo miran hacia delante. Las semillas han empezado a germinar y ellos, como la planta que empieza a nacer, saben que para seguir creciendo siempre hay que dirigir la mirada a la luz.
Si quieres ayudar: www.huertohermanatierra.org
Próxima historia: `INMIGRANTES II: Yusuf, siete intentos y muchas palizas para llegar a España
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